Mujer y Altas Capacidades
Ibiza, 08 de abril de 2018
A lo largo de mi vida había oído hablar de superdotación y altas capacidades pero, sinceramente, nunca creí que fuera un aspecto que tuviera que ver conmigo. Desde que tengo uso de razón, me he sentido diferente si me comparaba con el resto de niñas/os y compañeras/os de mi misma edad, pero no pensé que la causa de ese sentimiento de diferencia se me revelaría pasados los 30 años.
Durante mi educación primaria fui una alumna con inquietudes, intereses diversos, que preguntaba y planteaba dudas. Cuestionamiento que aparecía por mi mente, levantaba la mano para pedir la palabra y la exponía. Pero, poco a poco, algunos profesores empezaron a ridiculizar el hecho de preguntar tanto, etiquetándome como insistente, sin ser capaces de gestionar correctamente esas inquietudes que yo tenía. Lógicamente, como niña, no entendí nada. El comportamiento y los comentarios de estos profesores fueron lamentables: agredieron mi inteligencia, mi persona y mi autoestima. No supieron gestionar el que no fuera acorde al grupo, el que planteara preguntas diferentes y cuestionara argumentos que todo el resto del alumnado oía y ni siquiera ponía en duda. Mis necesidades intelectuales eran otras y no supieron identificarlas ni atenderlas. Hablamos de la educación de la década de los años 90.
Con esta manera de proceder de los profesores, yo empecé a no levantar la mano para preguntar, a no destacar a, simplemente, existir en la clase, a no exponer todas y cada una de las inquietudes que aparecían por mi mente. Crecí con el convencimiento de que algo en mí era anómalo por las críticas, comentarios y la presión psicológica que recibí de estos profesores al discriminarme por ser yo misma. No les odio. Entiendo que lo hicieron lo mejor que supieron en ese momento, pero sí he de decir que no lo hicieron correctamente. Estaban frente a una alumna con unas necesidades que no atendieron y que, además, ridiculizaron fuertemente por ser diferente.
En el instituto ya tenía la lección aprendida por lo que me minimicé y la persona que yo era internamente con sus dudas y sus planteamientos, nunca se mostró. Pasé a ser y a comportarme como los demás esperaban. Me volví toda una experta en vivir en una dualidad.
Esto sucedió hace años. Pensé que, lo que yo había vivido en los años 90, ya no pasaba en las aulas. Ahora se habla de atención a la diversidad del alumnado, de la educación inclusiva, de la necesidad de atender con cuidado y respeto a estos niños, niñas y adolescentes que se están formando, que se están desarrollando, que están madurando, favoreciendo al máximo sus potenciales.
Pero, lamentablemente, en la actualidad existen todavía profesores que siguen realizando las mismas acciones frente a alumnos con altas capacidades y que, en lugar de atender la diversidad, hieren sus sentimientos y hacen que estos alumnos dejen de ser como son. ¿Por qué? No lo sé. Quizás tengan un déficit de información y formación en la gestión del talento, o puede que estos alumnos y personas con altas capacidades les generen algún tipo de inseguridad que gestionan desde la incomprensión y el rechazo a la diferencia.
No todos los profesores son iguales. DOY LAS GRACIAS a los que sacan el tiempo de donde no lo tienen para formarse en las necesidades educativas, para poder atender a alumnos como yo cuando coinciden con ellos. Os la agradezco de corazón.
Supe que tenía altas capacidades cuando empecé a coincidir más a menudo con una amiga conocedora de las características de los adultos con altas capacidades. Ella me abrió los ojos a esta realidad. Recuerdo el día que me lo planteó: me advirtió que tenía el perfil característico de una persona con altas capacidades y que no podía esperar que las personas me entendieran y siguieran mi ritmo y velocidad intelectual. La alta actividad mental, las ansias de aprendizaje, la capacidad de resolución de problemas y de relacionar muchos aspectos y aprendizajes a la vez con una rapidez que otras personas no pueden seguir, es una de nuestras características.
Esta sospecha, que posteriormente se confirmó, hizo que, con la edad de 33 años, tuviera que analizar muchos recuerdos de mi pasado desde una nueva perspectiva. En ese momento pude entender muchos aspectos y planteamientos pasados que habían generado sufrimiento en mí.
Quizás, las características de las altas capacidades, suponen un desasosiego para las personas que trabajan a diario con nosotros, más si no tienen conocimientos sobre nuestros particulares. Es difícil seguir nuestro ritmo y si, en lugar de aceptar las diferencias y convivir con ellas como aspecto nutritivo de las relaciones interpersonales, se comparan con nosotros, terminan odiándonos por el simple hecho de ser diferentes y tener otra capacidad intelectual. Puedo pensar que no debe ser agradable tener al lado un compañero/a con una capacidad máxima de trabajo, con alta capacidad crítica y de mejora y con visión de futuro. Pero, es esta falta de entendimiento, la que genera sentimientos de inferioridad y envidias por desconocimiento, puesto que estas personas no toleran la diversidad sino que se miden desde la comparación.
Cada persona es de una manera y debería respetarse este hecho tan importante. Me parece triste que, esta diversidad, no esté valorada por una parte de la sociedad. Es más, es criticada e ignorada. En otros países vecinos se considera como un rasgo más, como quien es alto o bajo, de ojos azules, verdes o marrones.
A estos profesores que me encontré a lo largo de mi etapa educativa, de los cuales hoy todavía existen, les diría que abran los ojos, que no nos excluyan por ser diferentes, que no se sientan inferiores por ser incapaces de responder a muchas de nuestras preguntas. Que nos admiren y respeten por tener altas capacidades, igual que otros alumnos tienen otras necesidades y se las atienden y respetan, que nos ayuden a desarrollar nuestros potenciales, que se formen para ser capaces de realizar correctamente la gestión del talento.
Las personas con altas capacidades somos parte de la sociedad y somos un porcentaje bastante representativo. Somos inteligentes de diferente manera, aprendemos de múltiples modos, entendemos las cosas de formas diversas, tenemos pensamiento divergente,.... No somos ni más ni menos que otras personas. La responsabilidad de los docentes y del sistema educativo, así como el de la sociedad en general, es no discriminar, aportar y cubrir las necesidades de cada individuo.
Deseo con todo mi ser que en la actualidad esta atención educativa al alumnado con altas capacidades sea diferente, sea integral, sea individual, sea desde el respeto y la inclusión de todos ellos. Me gustaría que los que sois profesores realicéis una reflexión, una autocrítica, que os motivarais para poder atender a la diversidad desde el respeto, la empatía y la comprensión.
Ojalá hubiera tenido profesores que me hubieran respetado, ojalá hubiera coincidido en mi pasado con personas que hubieran potenciado mi talento, ojalá me hubiesen identificado para poder dar cobertura a mis necesidades de crecimiento e inquietud intelectual, ojalá hubiera coincidido con personas que me hubieran explicado por qué yo soy así. Ojalá….
Javier Tourón dice que “el talento que no se cultiva, se pierde”. Por lo que, por favor, dejad que cada uno de nosotros pueda desarrollar su máximo potencial y ayudadnos y acompañadnos en este camino desde el respeto y entendimiento.
Artículo donado para el blog de la asociación ACTEF
Gracias a la autora, por destaparnos tu corazón
Conoce la asociación de Altas Capacidades de Ibiza y Formentera ACTEF
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precioso, un fuerte abrazo! es como si lo hubiese escrito yo...
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